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jueves, 20 de mayo de 2010

Kant (Immanuel)

Nació en Königsberg el 22 de abril de 1724. Es posiblemente el mayor pensador de la Edad Moderna. Su doctrina, en cualquier caso, ha sido decisiva para el rumbo de la Filosofía posterior. Su vida transcurre en su ciudad natal, de la que casi nunca sale llevando una existencia más bien difícil y modesta aun cuando llega a alcanzar bastante renombre. Su Crítica de la razón pura, aparece en 1781, y diez años después se cuentan casi doscientos escritos sobre su filosofía. El propósito de Kant es mediar entre las posiciones encontradas de sus predecesores: su filosofía quiere ser crítica. Trata, en suma, de confirmar la validez objetiva del conocimiento defendida por el racionalismo, pero limita esta validez al mundo de los fenómenos, aceptando así, del empirismo, la subjetividad del conocimiento. Hume había señalado dos tipos de juicios: analíticos a priori y sintéticos a posteriori, que Kant estima insuficientes para fundamentar la ciencia. Los primeros no añaden nada nuevo al conocimiento, sólo lo explicitan; los segundos no son universales y dependen de la experiencia. Kant es autor de un sistema que significó una verdadera revolución en la filosofía. Se propuso suministrar a la crítica todos los conocimientos humanos (de donde su doctrina tomó el nombre de criticismo). Distingue en nuestros conocimientos dos partes: una, que pertenece a los objetos del pensamiento y que nos es dado por la experiencia, es lo que se designa como materia objetivo; la otra, que pertenece al sujeto pensante y que el espíritu saca de su propio fundamento para ayudar a lo dado por la experiencia es la forma, lo subjetivo. La razón aplica la forma a la materia como el sello da su forma a la cera. Kant hace la enumeración de estas formas que son inherentes a la razón humana, y que él designa indiferentemente, ideas a priori, ideas puras, categóricas; en primer lugar, coloca las ideas de tiempo, de espacio, de substancia, de causa, de unidad de existencia. Se pregunta luego cuál es el valor de nuestros conocimientos y si podemos legítimamente pasar del sujeto al objeto; declara que no podemos conocer directamente lo que nos es dado por la experiencia, que todo el resto es simplemente un objeto de fe o de creencia, y que por lo tanto, nuestras ideas de alma, de universo, de Dios, no tienen ninguna certidumbre objetiva. No obstante, por una favorable contradicción, acepta en moral a la razón humana una autoridad que le rehúsa en metafísica; allí él cree en la libertad, en la ley imperativa del deber, en la necesidad de una armonía entre el bien y la virtud, y así se ve llevado a restablecer como indudables las verdades que están implícitas en ellas, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. En moral, este filósofo enseña una doctrina rígida, fundada sobre la idea del bien absoluto y que llama estoicismo. La obligatoriedad de la ley moral radica en su forma, no en su contenido. Es el imperativo categórico: "obra siempre de tal modo que la norma de tu acción pueda tener validez universal". Las ideas de alma y de Dios deben ser admitidas como postulados de la razón práctica. El hombre tiene que ser libre. De otro modo carecería de sentido el imperativo categórico, si debemos ser libres es porque podemos serlo. Ello exige una recompensa, que no se alcanza en la vida. Es necesaria la inmortalidad. Por último, todo lo anterior tampoco tendría sentido sin la existencia de Dios, un ser justiciero, distribuidor de recompensas y castigos. De este modo, el orden moral debe ser aceptado, pero hay que renunciar a conocerlo. En la tercera de sus grandes obras, Crítica del juicio (1790), considera el juicio como una facultad intermedia entre el entendimiento y la razón, es decir, constituye el puente entre lo fenoménico y lo trascendente. El paso se realiza a través del "juicio reflexionante", tanto "estético" como "teológico". El examen del juicio estético revela los elementos a priori del sentimiento. La investigación estética conjuga la espontaneidad y la libertad con la universalidad exigida por una rigurosa apreciación de la belleza. El problema se resuelve con la "finalidad sin fin": la finalidad de la obra de arte no es objetiva, porque no pertenece a la obra de arte misma, sino al espectador que la aprecia, es decir, es una finalidad subjetiva. La profundización de su filosofía crítica, expuesta en las obras citadas, la realiza Kant en el opúsculo Sobre un descubrimiento, según el cual toda nueva crítica de la razón pura debe ser hecha inútil por otra más antigua (1790), en el que subraya la originalidad de su doctrina respecto a Leibniz; en Metafísica de las costumbres (1797) y en la incompleta Tránsito de los principios metafísicos de la ciencia natural a la Física. Las principales corrientes filosóficas de los s. XIX-XX, sobre todo el idealismo alemán (Fichte, Schelling, Hegel), son deudoras de los planteamientos kantianos. El idealismo trascendente de Kant basa el conocimiento no en lo dado a nosotros, sino en lo puesto por nosotros. Kant dejó una gran cantidad de obras referidas a diferentes temas: Ensayo de antropología, La religión de acuerdo con la razón, Ensayo sobre la paz perpetua, Principios metafísicos de la ciencia del Derecho, Principios metafísicos de la moral, Manual de lógica, y un Tratado de pedagogía. Entre las obras científicas: Historia natural del mundo y teoría del cielo según los principios de Newton, Teoría de los vientos, Nueva teoría del movimiento y del reposo de los cuerpos, etc. Murió el 12 de febrero de 1804.