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viernes, 13 de agosto de 2010

Hegel (Georg Wilhelm Friedrich)

Nació en Stuttgart en 1770. De la filosofía kantiana se derivan dos importantes líneas de pensamiento: la realista, representada por Herbert, y la idealista, mucho más honda y fructífera, que pasa por Fichte y Schelling y culmina en Hegel Éste estudia Filosofía y Teología en Tubinga y ocupa varios puestos notables en la docencia, llegando a ser profesor en Heidelberg, y en Berlín. Es el formulador riguroso del idealismo y su pensamiento se inscribe en gran medida en el ámbito de la Filosofía de la historia. Su obra fundamental es Fenomenología del espíritu (1807). Después de su muerte, sus discípulos publican Filosofía de la Historia universal y Filosofía de la religión. El punto de partida de su pensamiento es el desarrollo de la idea lógica, desarrollo que se hace dialécticamente, es decir, pasando por los estudios de tesis, antítesis y síntesis. La síntesis, a su vez, vuelve a convertirse en tesis, que inicia de nuevo el ciclo. Siempre con este esquema dialéctico, la idea pura, que está al principio, es por su total indeterminación, lo mismo que el no-ser, que la nada. Pero cuando, en el tercer momento, el ser tiene conciencia de su no-ser, surge la síntesis: el devenir. Hasta aquí la idea ha sido objeto de estudio de la lógica. La Filosofía de la Naturaleza persigue el desarrollo de la idea en su ser fuera-de-sí, primero en su exterioridad general, como espacio y tiempo (Matemática), en su exterioridad real, como naturaleza inorgánica (Física) y en su naturaleza viviente (Fisiología). A partir de aquí, comienza el campo de la Filosofía del espíritu. En el organismo animal, la idea, que se ha exteriorizado de sí misma, vuelve a sí misma y se convierte en espíritu, cuyos tres estadios son: el espíritu subjetivo, el espíritu objetivo y el espíritu absoluto. El alma, la conciencia y el espíritu son, a su vez, los tres estadios del espíritu subjetivo. El espíritu objetivo se despliega en el derecho, la moralidad subjetiva y la moralidad objetiva. Por último, el espíritu absoluto se manifiesta, sucesivamente, en intuición (arte), representación (religión) y concepto (filosofía). La filosofía es, pues, para Hegel el último estadio de la evolución de la idea, encarnada en la historia. La historia, por otra parte, viene a ser como un grandioso teatro en el que los pueblos y las personalidades no son sino medios de los que se vale el espíritu del mundo para realizar sus fines; éstos no hacen otra cosa sino jugar un papel prescrito por el conjunto. Su idea del Estado es característica, y ha sido el punto de partida de concepciones totalitarias, algunas de las cuales representan un protagonismo primordial en el mundo contemporáneo. Para Hegel, el Estado encarna y realiza la razón humana universal. Según eso, el Estado perfecto sería aquel en que la voluntad del individuo estuviese de total acuerdo con la voluntad general: esto sería, para Hegel, la libertad perfecta, el fin último de la historia universal. Por eso piensa que la forma o vida más alta de la conciencia es la política, tal como se realiza en la historia de los pueblos y en las diversas civilizaciones. La doctrina hegeliana es un intento de síntesis, de valor universal, de las preocupaciones críticas, metafísicas y teológicas del pensamiento moderno. Pero el sistema hegeliano es ambiguo: el Absoluto es unidad de positivo y negativo, de finito e infinito. Su sistema no resuelve el problema fundamental de relación entre sensibilidad y razón, entre particular y universal. En su concepción, la expresión más elevada de la conciencia no es la religión, sino la política. Su espíritu absoluto es el espíritu del mundo, subordinado al espíritu de cada pueblo y a éste cada individuo. En consecuencia, subordina la religión a la política, y la Iglesia al Estado. La religión, para Hegel, se sitúa a mitad de camino entre filosofía y arte. Su influencia ha sido enorme en el liberalismo dogmático y bíblico, y en el laicismo en general. De la escuela hegeliana derivan los principales movimientos especulativos del s. XIX. Marx aplica la dialéctica hegeliana a las fuerzas económicas y sociales que mueven la historia. Y del mismo modo que Hegel glorifica la guerra entre Estados y naciones como contradicción antitética que mueve la historia así Marx hace de la dialéctica de la lucha de clases entre explotados y explotadores el motor del devenir de la Humanidad (cfr. J. Miguel Ibañez Langlois, El marxismo: visión crítica, Ed. Rialp, Madrid, 1975). Hegel ha sido acusado de ateísmo, lo que no es cierto, pero sitúa la religión entre la filosofía y el arte, porque permanece aún ligada a la imagen y es, por eso, inferior a la filosofía. Murió en Berlín el 14 de noviembre de 1831.

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